lunes, 31 de mayo de 2010

domingo, 23 de mayo de 2010

8

Leer el diario está convirtiéndose en algo asqueroso. La televisión, e incluso la radio. Capaz lo que (me) resulte intolerable sea seguir viviendo así, de esta manera, con tanta mierda alrededor.

Hoy me llegó una nota de Página 12 a la casilla del mail. Caso Villegas. Leo y me entero de que el juez –Gerardo Palacios Córdoba- consideró que en el caso que todxs conocemos no hubo una violación, sino que los tres hombres sólo incurrieron en el delito de corrupción de menores y en la divulgación de material pornográfico.

Cuando una mujer dice No, es No. Siempre quedó esa frase resonando en mi cabeza, desde el día en que la leí en una pancarta, creo que fue en el 2006, en el Encuentro de Mujeres de Jujuy. Cuando saltó todo lo de Villegas, no pude menos que pensarla de nuevo. Y de indignarme, claro, como hoy con la nota, o como cada uno de los días en los que iba escuchando novedades.
Que se realicen marchas en defensa de abusadores no puede pasar.
Que se siga culpabilizando a las mujeres víctimas de abusos-violaciones-violencias, no puede pasar.
Que se exija a esas mismas mujeres víctimas que justifiquen el POR QUÉ fueron víctimas, no puede pasar.
No más.
De golpe me acuerdo de cuando se aprobó la media sanción de la Ley de Trata, tan (mal) celebrada por muchxs. Esa ley hipócrita exigía (y exige) que las mujeres mayores de 18 años que hubiesen sido secuestradas con fines de explotación sexual, deban justificar que se han “quedado ahí”, en esa situación, “en contra de su voluntad”.

Estos dos son solo dos casos paradigmáticos. Lo que está en discusión es lo que hay más allá. Lo que está mal es este sistema repulsivo que re-victimiza a la víctima y defiende a los violadores. Lo que está mal es esta sociedad patriarcal, violenta y sexista. Lo que está mal es que se sigan justificando las violencias bajo la supuesta existencia de dos tipos de mujeres: quienes merecen ser respetadas y quienes no lo merecen; las buenas y las putas, las madres y las putas, las vírgenes y las putas.


PUTA. PUTA. PUTA.

Esa palabra que aterra. Esa palabra de la que todxs se quieren diferenciar. Eso que ningún padre, ninguna madre, quiere para su hija. La puta, la que carga con todas las verdaderas putas violencias de una sociedad hipócrita y sexista. La puta, la que se merece que le pase lo que sea que le pase, porque su vida no es como debe ser. ¿Y quién mierda dice cómo debe ser vivida una vida? ¿Quién o quienes tienen el derecho de juzgar a lxs que no eligen vivir como se dice que es válido vivir?

Es hora de que esto entre en las cabezas de todxs: cuando una mujer dice no es no.
Sea puta, sea virgen, sea madre, sea lesbiana, sea trans, sea lo que elija ser.
Cuando dice NO es NO.

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miércoles, 19 de mayo de 2010

7

N. es una estudiante del bachi. Tiene 37 años, siete hijxs, una vida de esas en las que pareciera que no entran más violencias.

Resulta que la semana pasada, N. tuvo un aborto espontáneo. Hoy está con dolores y pérdidas de sangre. Pero además resulta que, su ex marido golpeador, una vez le dio un golpe enorme en el riñón, y por lo tanto la salud de N. es delicada. Pero a todo esto, resulta que, hace un mes, N. tuvo otro aborto espontáneo. Y también resulta que, además, N. no quiere tener más hijxs. El primero fue a los 17, después vinieron otrxs cuatro con un ese mismo padre borracho y golpeador que la violaba por placer, mientras le decía “vas a tener todxs lxs hijxs que yo decida”.

Hoy N. tiene otro marido, y sufre otras violencias. Pero N. decidió que no quiere más hijxs ni más abortos: quiere ligarse las trompas. Pero ¿qué pasa? Su marido no la deja. Y si ella quiere hacerlo, tiene que ser “por izquierda”: él no se debe enterar. A todo esto, me enteré hoy que, hasta hace dos años, las mujeres sólo podían ligarse las trompas si sus maridos firmaban primero. Hoy todavía, en algunos hospitales, exigen esa firma para hacerlo. Y claro, ni te animes a preguntar por qué: encima de que sos mujer, de que sos pobre ¿pretendés explicaciones?

N. no sabe qué hacer. Yo intento ayudarla como puedo, y mi cabeza no deja de pensar. Es claro: ¿qué es una mujer si no una incubadora para la sociedad? El sistema heteronormativo, sexista, patriarcal, impone biopolíticas de control sobre los cuerpos de las mujeres, que no dejan de ser meros úteros en potencia, incubadoras, o como lo queramos llamar.

Dice M. Foucault que el dispositivo de sexualidad produce subjetividades, es decir, que una serie de acciones sociales-institucionales producen sujetxs e identidades subjetivas. Y esto trae consigo la idea del discurso como acción. Este dispositivo impone un modo de pensar/ejercer la sexualidad, que es el modo reproductivo: para dicho modo, el objetivo de la práctica sexual (heterosexual, por supuesto) es la reproducción. Y aquí es donde adquiere importancia el útero. Se está pensando en términos de funcionalidad: el sexo debe servir para algo, en este caso, para la procreación. Y las mujeres seríamos las encargadas (y deberíamos sentirnos “orgullosas” de serlo) de incubar a esxs nuevxs seres-productos.

Así, tanto el marido de N., así como quienes se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo, o quienes se manifiestan en contra del derecho al aborto, no se cuestionan a sí mismxs: para ellxs la mujer tiene una finalidad, un papel que cumplir, una designación, casi un destino que comienza a escribirse ese mismo día en el que el/la médicx le dijo a nuestras madres ¡es una nena! Y ahí es donde ¿empezaron? a escribir nuestras historias, que se guiarían de acá en más de acuerdo a la fórmula “mujer = madre”. Y en este punto me empiezan a cerrar algunas cosas. Me cierra que el primer marido de N. le dijera “vas a tener hijxs hasta cuando yo lo decida”. Me cierra que su actual pareja no LA DEJE ligarse las trompas. Me cierra que los hospitales exijan esa firma. Porque atrás nuestro, atrás de todas nuestras luchas, de nuestro ser-estar-existir, hay un sistema que designa, que legisla, que decide. Un sistema que reglamenta, que controla cuerpos, vidas y mentes. Un sistema sexista, heteronormativo, machista, patriarcal; que no deja de ser una construcción y como tal, tenemos que deconstruirla. Quebrarla, para formar otra cosa. Y ahí es donde tenemos que dejar la idiotez, la hipocresía y el individualismo. Y si no, mis queridxs, nos quedamos con esto, total… ¡a mi no me toca!

[Carajo]
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