jueves, 24 de septiembre de 2009

VI

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Judith Butler es la autora de uno de los libros más influyentes del pensamiento contemporáneo, El género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad , donde ya en los años noventa ponía en jaque la idea de que el sexo es algo natural mientras el género se construye socialmente. Sus trabajos filosóficos, complejos y muy difíciles de divulgar sin desvirtuar, han contribuido a construir lo que hoy se conoce como Teoría Queery tuvieron un papel fundacional en el desarrollo del movimiento queer. Esta breve guía se detiene en puntos clave de su pensamiento.

1 Butler y su giro copernicano

Ese giro se produce en torno del género y marcó la evolución de las concepciones que se venían teniendo al respecto dentro del feminismo. Cuando en 1990 publica El género en disputa, las ideas se dividían a grandes rasgos entre las que entendían al género como la interpretación cultural del sexo y aquellas que insistían en la inevitabilidad de la diferencia sexual. Ambas presuponían que el “sexo”, entendido como un elemento tributario de una anatomía que no era cuestionada, era algo “natural”, que no dependía de las configuraciones sociohistóricas.

Butler plantea que el “sexo” entendido como la base material o natural del género, como un concepto sociológico o cultural, es el efecto de una concepción que se da dentro de un sistema social ya marcado por la normativa del género. En otras palabras, que la idea del “sexo” como algo natural se ha configurado dentro de la lógica del binarismo del género.

2
Judith en el principio de los movimientos queer

Este planteamiento, a partir del cual el sexo y el género son radicalmente desencializados, desestabilizó la categoría de “mujer” o “mujeres”, y obligó a la perspectiva feminista a reconcebir sus supuestos, y entender que “las mujeres”, más que un sujeto colectivo dado por hecho, era un significante político. Al mismo tiempo, esta aguda desencialización del género, la idea de que las normas de género funcionan como un dispositivo productor de subjetividad, sirvió de fundamento teórico y dio argumentos y herramientas a una serie de colectivos, catalogados como minorías sexuales, que también, junto a las mujeres, eran (y continúan siendo) excluidos, segregados, discriminados por esta normativa binaria del género. En este sentido, el giro copernicano de Butler ayudó mucho al impulso y la expansión de los movimientos queer, y también trans e intersex.

3
Y el sexo…, ¿dónde está?

La impronta de Michel Foucault, y en particular su trabajo en la Historia de la sexualidad, es evidente. Ahora bien, si en el caso de Foucault el dispositivo de la sexualidad no tiene en cuenta el género, para Butler es esencial. A partir de Butler el género ya no va a ser la expresión de un ser interior o la interpretación de un sexo que estaba ahí, antes del género. Como dice la autora, la estabilidad del género, que es la que vuelve inteligibles a los sujetos en el marco de la heteronormatividad, depende de una alineación entre sexo, género y sexualidad, una alineación ideal que en realidad es cuestionada de forma constante y falla permanentemente.

Es importante insistir en que Butler no quiere decir que el sexo no exista, sino que la idea de un “sexo natural” organizado en base a dos posiciones opuestas y complementarias es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual que caracteriza a nuestras sociedades. Puesto en otros términos, no se trata de que el cuerpo no sea material, no se trata de negar la materia del cuerpo en pos de un constructivismo radical, simplemente se trata de insistir en que no hay acceso directo a esta materialidad del cuerpo si no es a través de un imaginario social: no se puede acceder a la “verdad” o a la “materia” del cuerpo sino a través de los discursos, las prácticas y normas.

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El género como performance

Antes que una performance, el género sería performativo. Esta diferencia entre pensar al género como una performance y pensar en la dimensión preformativa del género no es trivial. Decir que el género es una performance no es del todo incorrecto, si por ello entendemos que el género es, en efecto, una actuación, un hacer, y no un atributo con el que contarían los sujetos aun antes de su “estar actuando”. Sin embargo, en la medida en que este performar o actuar el género no consiste en una actuación aislada, “un acto” que podamos separar y distinguir en su singular ocurrencia, la idea de performance puede resultar equívoca. Hablar de performatividad del género implica que el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de unas normas sociales que nos exceden. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. La performatividad del género no es un hecho aislado de su contexto social, es una práctica social, una reiteración continuada y constante en la que la normativa de género se negocia. En la performatividad del género, el sujeto no es el dueño de su género, y no realiza simplemente la “performance” que más le satisface, sino que se ve obligado a “actuar” el género en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye. En esta tensión, la actuación del género que una deviene es el efecto de una negociación con esta normativa.

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Poderes y políticas

Hablar de género es hablar de relaciones de poder. Hay que tener muy en cuenta que en esta negociación, el no encarnar el género de forma normativa o ideal supone arriesgar la propia posibilidad de ser aceptable para el otro, y no sólo esto, sino también, incluso, supone arriesgar la posibilidad de ser legible como sujeto pleno, o la posibilidad de ser real a los ojos de los otros, y aun más, supone en muchos casos arriesgar la propia vida. En este sentido, la oportunidad política a la que abren los señalamientos de Butler se debe a que si el género no existe por fuera de esta actuación, y las normas del género tampoco son algo distinto que la propia reiteración y actuación de esas mismas normas, esto quiere decir que ellas están siempre sujetas a la resignificación y a la renegociación, abiertas a la transformación social. Estas normas que son encarnadas por los sujetos pueden reproducirse de tal modo que la normas hegemónicas del género queden intactas. Pero también estas normas viven amenazadas por el hecho de que su repetición implique un tipo de actuación que pervierta, debilite o ponga en cuestión esas mismas normas, subvirtiéndolas y transformándolas. Esta inestabilidad constitutiva de las normas es una oportunidad política.

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La aparición de la homosexualidad

En paralelo con otras autoras que también han revisado el hecho de que las ideas que conlleva el género han sido tributarias de la matriz heterosexual –como por ejemplo Monique Wittig, Adrienne Rich o Gayle Rubin– los planteamientos de Butler apuntan a señalar que los ideales de masculinidad y feminidad han sido configurados como presuntamente heterosexuales. Si desde el esquema freudiano, por ejemplo, se parte de la idea normativa de que la identificación (con un género) se opone y excluye la orientación del deseo (se deseará el género con el cual no nos identificamos) –identificarse como mujer implicaría que el deseo debería orientarse hacia la posición masculina, y viceversa–, Butler planteará que esto no es necesariamente así. (Este es el prejuicio que permite entender el hecho de que históricamente se haya pensado en la idea de que un hombre que desea a otros hombres tenderá a ser necesariamente afeminado, y lo mismo en el caso de las mujeres, que si desean lo femenino, esto deberá asociarse con la identificación con lo masculino)

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La ley del deseo

Desde el punto de vista de Butler, deseo e identificación no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Y aún más, ni siquiera, ni tampoco, éstos tendrían por qué ser necesariamente unívocos. No hay ninguna razón esencial que justifique que una debe identificarse unívoca e inequívocamente con un género completa y totalmente. Asimismo, tampoco habría ninguna necesidad en que una deba orientar su deseo hacia un género u otro. Tal es el caso por ejemplo de la bisexualidad.

En tanto ideales a los que ningún sujeto puede acceder de forma absoluta, masculinidad y feminidad pueden ser –y de hecho son– distribuidos, encarnados, combinados y resignificados de formas contradictorias y complejas en cada sujeto. Y no hay encarnaciones o actuaciones de la feminidad o de la masculinidad que sean más auténticas que otras, ni más “verdaderas” que otras. Lo que habría, en todo caso, son formas de negociación de estos ideales más sedimentados, y por ende naturalizados o legitimados que otros, lo que consecuentemente los vuelve “más respetables” de acuerdo con un imaginario social que continúa siendo primordialmente heterocéntrico.

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Leticia Sabsay
Socióloga (UBA) Doctora por la Universidad de Valencia. Sus temas de investigación abordan la articulación de los conceptos de género, subjetividad y ciudadanía en la teoría feminista contemporánea. Participò con Judith Butler en el dictado del Seminario de doctorado “Performatividad, género y teoría social: la revisión de la categoría de sujeto”, que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.


Fuente (y ver más en): http://singenerodedudas.com/
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lunes, 21 de septiembre de 2009

V

Notas sobre jornada del seminario de Cuerpos, Géneros y Subjetividades

“Travestismo y transexualidad”, por Lohana Berkins

En Latinoamérica, el travestismo ha logrado adquirir un nombre propio en la lucha por el reconocimiento de su identidad, por el reconocimiento de sus derechos y por la complejización de los sentidos, poniendo especial énfasis en la división binaria que el sistema hetero-normativo y patriarcal realiza entre las categorías “hombre y mujer”. La disputa se da con el binarismo, lo planteado y establecido como inamovible, las normatividades: la sexualidad no tiene por qué ser una sola, puede ser múltiple y eso no está ni bien ni mal, no es mejor, ni peor.

Durante años, y en especial en América Latina, las organizaciones que luchan por el reconocimiento de la identidad travesti resignifican la palabra “travestismo”, dándole otro sentido, más profundo que el simple hecho de “ser hombres vestidos de mujer”. De lo que se trata el travestismo “criollo”, es de la deconstrucción de la masculinidad y del deseo: ahí es donde entra otra división fundamental, a saber: entre la orientación sexual y la identidad de género. Una cosa es lo que somos internamente (hombres, mujeres, hombres y mujeres) y otra es nuestra elección y/o preferencia sexual.

En EUA y en Europa las tradiciones son absolutamente diferentes, y por lo general no existe el travestismo como una identidad conformada, ni organizaciones que luchen por sus derechos. Las prácticas estadounidenses y europeas pasan por otro lado. Está por ejemplo el “cross dress”: son varones que se visten de mujer en esferas privadas. Generalmente se trata de hombres heterosexuales, y que en la mayoría de los casos ni siquiera busca tener sexo, sino simplemente hacer sus tareas (de oficina, por ejemplo) vestidos como mujer. Por otro lado están las prácticas “Drag”, que consisten en montarse, de hombre o de mujer, exagerando los rasgos de la masculinidad y la feminidad.

Lo que al presente (en Estados Unidos/ Europa) se conoce como Queer viene del ámbito intelectual y académico. En inglés, la palabra queer solía ser un insulto. Lo que se hizo fue adoptar ese término despectivo y reformularlo: hoy por hoy, se toma a la palabra queer como “raro/a”, con un tono diferente.

¿Y lo trans? No necesariamente tiene que asociarse a personas gays o lesbianas que transgreden. Tiene que ver con un cuestionamiento de roles, no se relaciona con la identidad. Lo que se plantea es de qué tipo de hombre y de qué tipo de mujer estamos hablando, y se critica lo que se impone como norma: las mujeres “deben” ser esto, los hombres “deben” ser aquello, clausurando cualquier otra identidad (y cualquier elección distinta a la hora de vivir la sexualidad).

La estructura patriarcal

El patriarcado es el principal sustento del capitalismo. Preguntarnos, al ver una pareja homosexual, “quién es el hombre” y quién es “la mujer” de la relación es un ejemplo clarísimo de esto: se cree que los y las más fuertes son quienes deben someter al otro/a. También deberíamos tener en cuenta la travestofobia, la lesbofobia y la homofobia que existe dentro de los propios movimientos LGTTB: lo que se debe pensar, para ir re-armándonos, es en la necesidad de construir entre todos y todas un movimiento fuerte que luche por la visibilización y el respeto por nuestros derechos, en lugar de seguir con las divisiones que lo único que consiguen es seguir sustentando este régimen que discrimina y excluye.

Cuerpos y derechos

Dentro del movimiento travesti, se busca trazar la cuestión de pensarse como fuerza de trabajo.

¿A qué nos referimos con esto? No a un “ir en contra de” la prostitución (ese es otro debate), si no, ir contra la prostitución como única alternativa. Es necesario que exista la posibilidad por parte de los y las travestis de elegir de qué trabajar (y poder tener un acceso a una fuente de trabajo, claro), ya que hoy por hoy esa posibilidad no existe y el índice de mortalidad de un/una travesti es, por las malas condiciones en las que se encuentran obligad@s a vivir y por la invisibilización que sufren, de 30 años de edad.

Y frente a esto surgen cuestiones tales como la pregunta ¿qué es, a qué consideramos un cuerpo puro? Desde tiempos inmemoriales se lo demoniza, considerándolo un “arma de pecado”, gracias a la eterna influencia de la iglesia católica y sus feligreses que consideran como derecho propio el coartar los derechos de otros/as.

Desde mi punto de vista, el cuerpo es eso, simplemente: un cuerpo, un lienzo sobre el cual cada uno y cada una tiene el derecho a decidir, sin que se entrometa ninguna ley, ninguna religión y ninguna persona más que nosotros/as mismos/as.

sábado, 19 de septiembre de 2009

IV

¡¡Todxs contra la Trata!!


Invitación por Mujeres en Igualdad.

viernes, 18 de septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

II

tenía que preparar un final para una materia, y pensando en los temas que habíamos visto, me acordé que la pregunta que me había surgido era… si después de michel foucault vino gilles deleuze a rompernos el bocho, después de deleuze … ¿quién viene? ¿qué pasa con las sexualidades, con los cuerpos en una sociedad de control en la que dejamos de ser individuxs para pasar a ser dividuxs (seres identificables con un código)? y así, por esas casualidades para nada casuales, conocí a beatriz preciado, y ahí empecé a preparar mi tema para el final: cuerpos intervenidos científicamente, biopolíticas que pesan sobre esos cuerpos, mercado farmacológico del que somos esclavxs.

preciado plantea que estamos actualmente viviendo en una era “fármaco pornográfica “, en la cual el cuerpo, como artefacto, adquiere un estatuto natural: es decir, socialmente aceptamos sin quejas ni discusiones el que se nos tome por máquinas posibles de moldear, de modificar con la simple compra de una pieza técnica nueva. el control de la sexualidad y de los cuerpos pasa a ser farmacológico: control molecular, “que se introduce en el cuerpo prometiendo liberar o mejorar la sexualidad”, para lo que contamos con pastillas anticonceptivas, pornografía digital o gráfica, viagra, entre otros.

desde el fin de la segunda guerra mundial, “nos adentramos en una fase de tecno capitalismo ultra avanzado, en el cual se crean nuevas plataformas de control de la subjetividad: se produce un sujeto/a permanentemente conectado/a a las redes del deseo. no se busca satisfacer, se busca excitar”, dice preciado. y es ese mercado del que habla, el farmacológico, quien se encarga de ayudarnos en la búsqueda de lo que necesitamos, para cuando lo necesitamos: si te duele la cabeza, tomate esto. si te duele el alma, tomate esto otro. si no podés tener hijxs, lo mismo. al decir de preciado, ya no podemos determinar qué viene antes: si el dolor-problema o la “solución”. absolutamente todo pasa por las redes de este capitalismo-pulpo que todo lo atrapa, transformando a la ciencia en una suerte de religión: todo puede ser transformado. incluso un cuerpo, incluso nosotrxs. somos programaciones, dice preciado, político somáticas: somos seres cyborg, retomando la definición de donna haraway, “mitad organismo-mitad cibernética”, cuerpos robots, intervenidos, “corregidos” por otrxs. incluso nuestras subjetividades son, hoy por hoy, intervenidas: definidas por las sustancias que dominan nuestros metabolismos o las prótesis cibernéticas que se vuelven nuestros agentes o los deseos fármaco pornográficos que nos orientan.

la pregunta que me surge es dónde quedó la autonomía, y cuál es la resistencia. me enloquece pensar que estamos atravesadxs en un mismo cuerpo por diferentes regímenes de poder: yo decido cuando me hago las tetas, pero el estado (y la iglesia) deciden si puedo (o no) hacerme un aborto. yo decido operarme la nariz, pero ellxs deciden cuándo y cómo debo hacer el cambio de sexo...

preciado llega a este punto, y le discute a foucault: para ella, los cuerpos ya no son cuerpos “dóciles”. se vuelven potencias políticas. capaces de resistir, de crear nuevos lazos, nuevas redes, y organizarse para conformar nuevas formas de subjetivación.

somos creatividad en potencia. somos posibilidades latentes. somos peligros y riesgos y resistencias y luchas. y en todo eso está nuestro desafío.

Programa “Las víctimas contra las violencias”: Centro de atención a víctimas de violencia sexual (CAVVS) y brigada móvil de intervención en urgencias con víctimas de delitos sexuales: funciona los 365 días del año y durante las 24 hs del día.

4958-4291 y 4981-6882

Pasaje Angel Peluffo 3981 (Barrio Almagro) C.A.B.A

Programa “Las víctimas contra las violencias”: Abuso sexual y violencia familiar: violación, maltrato, golpes, abandono de familiares. En ciudad de Buenos Aires, llamar al 137.

Programa “Las víctimas contra las violencias”: Contra la explotación sexual comercial de NIÑAS, NIÑOS y ADOLESCENTES.

Brigada NIÑ@S: 0800-222-1717

Si sabés, observaste, te contaron o sospechás de una situación de Explotación Sexual Comercial de Niñ@s o Adolescentes, o si conocés alguna situación de Trata de Personas, llamá al 0800-222-1717


Programa Víctimas contra las Violencias vicontravio@jus.gov.ar

San Martín 323 (1004) 4 piso, CABA

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