miércoles, 31 de marzo de 2010

6

1

En cada cuadra, en cada paso que voy dando por Buenos Aires, siempre fantaseo con que quizá la encuentre. Julio se preguntaba si encontraría a la Maga y le veía venir, ¿por qué no podría pasarme a mí? Claramente: no soy Julio Cortázar, no va a pasarme nada como a él y punto final. Pero me divierte pensarlo y jugar con las palabras como si fueran la punta de ese ovillo interminable de lana roja, al que todas y todos estamos, indisolublemente, unidas y unidos. Por que nuestros caminos no son más que eso y todo está marcado. No contradigo a nadie, yo también pienso que las cosas pueden cambiar, pueden cambiar-se. Pero ahí es donde la voluntad tiene que hacerse presente, y la soledad, correrse a un costado. ¿Tiene la soledad que correrse a un costado? Siempre disfruté mis momentos conmigo. Pero un día me di cuenta de que estaba más vacía que nunca. No está bueno estar sola y vacía. Ahí es cuando te volvés loca y querés salir a vivir, a buscar la vida, y resulta que no la encontrás tan fácilmente, y todo empieza otra vez. Ovillos de lana, calesitas, o círculos que jamás tienen un final, la vida es simplemente eso, un buscarnos y encontrarnos, nosotras con nosotras, nosotras con ellas, ellas con ellas, ellas con ellos, ellos con ellos, ellos con nosotras; viviendo y re-viviendo todos los momentos mágicos que nuestro cuerpo recuerda, alimentado de reminiscencias, recurriendo a esa memoria ancestral que nos conforma sin que sepamos cuál es el mecanismo ese que usa, casi tan genial como extravagante.

2

Julio la seguía buscando mientras nosotras lo leemos.

Todas queremos una Maga que nos salve de la crueldad del mundo, del laberinto irrespirable en el que se está convirtiendo la vida. Tal vez Ella se encuentre tejiendo bufandas interminables para mandar en avión al Polo, mientras seguimos pensando cómo hacer para encontrarla. (¿Encontraría a La Maga?)

3

Un París me esperará algún día. Como a ese cúmulo de almas errantes, de noctámbulos vagabundos que alguna vez albergó. Si, París me encontrará algún día. No se si hoy o mañana, si en esta vida, o en la que viene. Pero París va a encontrarme, y con él cada paso, cada parque, cada puente que recorriste. Y yo voy a encontrarte a vos y a tus huellas, a ese París que caminaste tanto (casi tanto como habitaste mi Alma). Hoy me conformo con Almagro y algún mate en Parque Centenario, recorriendo puestos de libros y buscando alguna que otra mirada que me responda la infinidad de preguntas que tengo por hacer.


·

martes, 30 de marzo de 2010

5

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.

(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)

Nocturno, de Julito Cortázar-
·