lunes, 21 de septiembre de 2009

V

Notas sobre jornada del seminario de Cuerpos, Géneros y Subjetividades

“Travestismo y transexualidad”, por Lohana Berkins

En Latinoamérica, el travestismo ha logrado adquirir un nombre propio en la lucha por el reconocimiento de su identidad, por el reconocimiento de sus derechos y por la complejización de los sentidos, poniendo especial énfasis en la división binaria que el sistema hetero-normativo y patriarcal realiza entre las categorías “hombre y mujer”. La disputa se da con el binarismo, lo planteado y establecido como inamovible, las normatividades: la sexualidad no tiene por qué ser una sola, puede ser múltiple y eso no está ni bien ni mal, no es mejor, ni peor.

Durante años, y en especial en América Latina, las organizaciones que luchan por el reconocimiento de la identidad travesti resignifican la palabra “travestismo”, dándole otro sentido, más profundo que el simple hecho de “ser hombres vestidos de mujer”. De lo que se trata el travestismo “criollo”, es de la deconstrucción de la masculinidad y del deseo: ahí es donde entra otra división fundamental, a saber: entre la orientación sexual y la identidad de género. Una cosa es lo que somos internamente (hombres, mujeres, hombres y mujeres) y otra es nuestra elección y/o preferencia sexual.

En EUA y en Europa las tradiciones son absolutamente diferentes, y por lo general no existe el travestismo como una identidad conformada, ni organizaciones que luchen por sus derechos. Las prácticas estadounidenses y europeas pasan por otro lado. Está por ejemplo el “cross dress”: son varones que se visten de mujer en esferas privadas. Generalmente se trata de hombres heterosexuales, y que en la mayoría de los casos ni siquiera busca tener sexo, sino simplemente hacer sus tareas (de oficina, por ejemplo) vestidos como mujer. Por otro lado están las prácticas “Drag”, que consisten en montarse, de hombre o de mujer, exagerando los rasgos de la masculinidad y la feminidad.

Lo que al presente (en Estados Unidos/ Europa) se conoce como Queer viene del ámbito intelectual y académico. En inglés, la palabra queer solía ser un insulto. Lo que se hizo fue adoptar ese término despectivo y reformularlo: hoy por hoy, se toma a la palabra queer como “raro/a”, con un tono diferente.

¿Y lo trans? No necesariamente tiene que asociarse a personas gays o lesbianas que transgreden. Tiene que ver con un cuestionamiento de roles, no se relaciona con la identidad. Lo que se plantea es de qué tipo de hombre y de qué tipo de mujer estamos hablando, y se critica lo que se impone como norma: las mujeres “deben” ser esto, los hombres “deben” ser aquello, clausurando cualquier otra identidad (y cualquier elección distinta a la hora de vivir la sexualidad).

La estructura patriarcal

El patriarcado es el principal sustento del capitalismo. Preguntarnos, al ver una pareja homosexual, “quién es el hombre” y quién es “la mujer” de la relación es un ejemplo clarísimo de esto: se cree que los y las más fuertes son quienes deben someter al otro/a. También deberíamos tener en cuenta la travestofobia, la lesbofobia y la homofobia que existe dentro de los propios movimientos LGTTB: lo que se debe pensar, para ir re-armándonos, es en la necesidad de construir entre todos y todas un movimiento fuerte que luche por la visibilización y el respeto por nuestros derechos, en lugar de seguir con las divisiones que lo único que consiguen es seguir sustentando este régimen que discrimina y excluye.

Cuerpos y derechos

Dentro del movimiento travesti, se busca trazar la cuestión de pensarse como fuerza de trabajo.

¿A qué nos referimos con esto? No a un “ir en contra de” la prostitución (ese es otro debate), si no, ir contra la prostitución como única alternativa. Es necesario que exista la posibilidad por parte de los y las travestis de elegir de qué trabajar (y poder tener un acceso a una fuente de trabajo, claro), ya que hoy por hoy esa posibilidad no existe y el índice de mortalidad de un/una travesti es, por las malas condiciones en las que se encuentran obligad@s a vivir y por la invisibilización que sufren, de 30 años de edad.

Y frente a esto surgen cuestiones tales como la pregunta ¿qué es, a qué consideramos un cuerpo puro? Desde tiempos inmemoriales se lo demoniza, considerándolo un “arma de pecado”, gracias a la eterna influencia de la iglesia católica y sus feligreses que consideran como derecho propio el coartar los derechos de otros/as.

Desde mi punto de vista, el cuerpo es eso, simplemente: un cuerpo, un lienzo sobre el cual cada uno y cada una tiene el derecho a decidir, sin que se entrometa ninguna ley, ninguna religión y ninguna persona más que nosotros/as mismos/as.

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