lunes, 19 de julio de 2010

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Como escribí el 15 de julio, salió la ley de matrimonio igualitario.
Argentina es el primer país de Sudamérica en aprobarlo.
Yo no se qué generará esto. La verdad es que estuve poco en el tema, no milité esta ley, no le puse onda, quizás porque considero que hay otros temas más importantes que no están en agenda, como la ley de identidad de género, la ley de trata o la legalización del aborto. Pero si lo pienso a fondo, esta es una ley que abrió un debate importantísimo en la sociedad, un debate necesario, un grito por parte de muchxs de “aca estamos, existimos, nuestras familias existen”.
Representa, también, una batalla ganada frente a la siempre presente sensación de omnipotencia de la iglesia católica.
Pero no deja de molestarme el tinte que tomó este debate. No deja de molestarme el tener que “demostrar” que somos “normales”, que sentimos “normalmente”, que queremos “familias”. Yo no le ando preguntando a lxs heterosexuales qué sienten, si se casan o no por amor, si tienen parejas por amor o porque se les canta. No ando preguntando qué sienten, y a partir de eso legislo sobre sus vidas. No tendría por qué importarme. Ni a mi ni a nadie. ¿Cuál es el punto? ¿Por qué no podemos sentir lo que queremos? ¿Por qué tengo que escuchar a personas decir que no soy normal, y a otras personas responder “soy normal porque quiero una familia”? ¿Qué pasa si yo no quiero una familia? ¿Si quiero tener muchxs amantes, muchas parejas, o ninguna? ¿Qué pasa si no quiero enamorarme, o si estoy con personas sin amor en el medio?
Esas son las cosas que me genera todo-el-debate. Me molesta. Me da bronca. Me da bronca, además, que de alguna manera seamos funcionales a un discurso. El discurso heteronormativo, normalizador, homogéneo: todxs tenemos que amar, todxs tenemos que formar una familia, todxs tenemos que… ¿y qué con quienes no queremos seguir esos modelos? ¿Somos menos merecedores de derechos, seamos heterosexuales, homosexuales, trans, intersex, bisexuales, travestis?
Lo que debería importar no es qué tipo de vida queremos llevar.
Se trata de derechos, de derechos humanos.
Los derechos para todxs por igual también son derechos humanos.
Los derechos de las personas LGTTTBI también son derechos humanos.
Sigo considerando que la ley es una victoria ganada. Una pelea ganada a un poder inmenso, a la intolerancia, a la violencia, al disciplinamiento. Pero el debate no debe quedar ahí. Tenemos que profundizarlo. Tenemos que ir más allá. Romper con la idea de “una forma normativa de vivir”. Basta con eso.

Ahora tenemos ley de matrimonio para todxs. Lo aplaudo, realmente me pone contenta, realmente espero que todxs aquellxs que se quieran casar lo hagan, lo celebren, lo festejen.
Espero que todxs podamos vivir en el respeto real, en la no discriminación real. Nada de tolerancia: yo quiero respeto.

Ahora vamos por la ley de filiación. Por la ley de identidad de género. Por el aborto legal, seguro y gratuito. Por la decisión de cada unx.
Y por tantas, tantísimas cosas más
·

5 comentarios:

  1. Sos una de mis personas favoritas.
    Quería decirtelo.
    Te banco muchísimo.
    Seguimos compartiendo trinchera y amistad,

    S.

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  2. Acá se dicen algunas cosas que yo pensaba cuando leía y escuchaba posiciones a favor y en contra de esa ley, y del tema en general.
    Algo que pienso todo el tiempo, y que también me molesta porque se ha naturalizado de tal manera que hasta a los que están a favor se les hace difícil pensar fuera de esos parámetros.

    Lo de la familia particularmente me hace ruido. Primero porque formar una familia no implica tener hijos. Segundo, porque casarse no implica tener hijos, y para tener hijos no es necesario casarse. La deducción lógica de estas premisas es obvia.

    Pero por otro lado, defender "la familia" como núcleo de la vida social me parece indignante. Porque es una familia que además de ser cada vez más diversa es cada vez más privada, más aislada de una sociedad que a su vez es más individualista a cada paso.

    Y más profundamente, porque "la familia" no es inmanentemente algo positivo. Es, si se quiere, por definición, la gente con la que te toca compartir techo o sangre. ¿Cuántos son los que no encuentran contención ni apoyo en ese seno? ¿Cuántos son los que son maltratados por sus 'familiares'?
    Lo que a mí me pone tan intranquila es que "la familia" es algo dado, y se la trata como si fuera buena y creara vínculos positivos por sí misma. Yo creo que no es así, que lo que vale es el vínculo real, en el día a día, y no en la sangre o en la llave que se comparte.

    Si nos preocupa la sociedad y su contención (y el famoso "¡alguien quiere pensar en los niños?" de Elena Alegría) ¿no sería más interesante pensar cómo integrar a la sociedad a la vida pública y sacarla de su encierro privado-familiar? No sé, pienso.

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  3. Santi, te quiero y extraño. Vos sos de mis compañeros referentes favoritos, zonzo. Y compartiremos las trincheras por mucho tiempo más :)

    Val, totalmente de acuerdo! Estuve pensando las mismas cosas que vos comentás...pero a veces cuesta ponerlas "todas" en un intento de redacción. Me gusta eso de "se ha naturalizado de tal manera que hasta a los que están a favor se les hace difícil pensar fuera de esos parámetros". Un abrazo :)

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  4. si, tuvimos que salir a defendernos y mostrar que buenas personas somos y que deben dejar que nos casemos y formemos familias, porque podemos ser buenos madre y buenas madres y criar exceletens hijxs.
    pobre de aquella familia homoparental que tenga un hijx drigaticto, asesino, delincuente, mal alumno, u homosexual!

    para mi fue realmente genial sacarle la careta a la sociedad hipócrita y a la iglesia cómplice, el odio y la violencia les chorrea como a mi me chorrea merengue, jeje

    saludos!

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